Wednesday, February 26, 2014

VIVENCIAS Y RECUERDOS DE MIS ABUELOS LAISAMON Y ELISA.



VIVENCIAS Y RECUERDOS DE 
MIS ABUELOS 
LAISAMON Y ELISA.

Por Carlos Federico Bartra Mestanza (2013)

Nuestros abuelos tenían una propiedad rústica en la zona de Ahuashiyaco, en la ruta del camino de ese entonces a Shapaja. En esa chacra criaron ganado vacuno, beneficiando periódicamente las reses en Tarapoto en la parte posterior de la casa, oportunidad a la que se apersonaban los familiares, compadres y muchos amigos para adquirir carne buena y fresca. Todos los nietos aprovechábamos esta ocasión para buscar en la panza de las reses unas bolas duras que al secarse quedaban como pelotas jugar futbol en el patio de la casa.

Cada cierto tiempo el Abuelo Laisamón me llevaba al fundo para acompañarle especialmente en época de vacaciones, que para mí era lo más lindo porque preparaba las trampas construídas con caña brava y cazar las palomas. Había muchas plantas de frutales como: mandarina, naranja, zapote, caimito, aguaje, reme, caña de azúcar, guayaba, huaba, polaponta, cocoteros, cuyos frutos estaban a 20 metros de altura. También abundaban variedad grande de plátanos, mamaluca, bellaco de Isla, de seda, pacubino entre otros.

Todo era muy bonito en el fundo, especialmente el agua cristalina del río. Por las noches se escuchaba el sonido que hacían los animales, y las lechuzas (buhos) sin dejar de lado mencionar las culebras y víboras, como: el loro Machaco de color verde venenosa. El más temido era el “Chushupe” con cabeza de perro, muy venenoso que para atraer sus presas piaba como los pollitos y la gallina se aproximaba con sus crías a las que las devoraba sin piedad. También existían la afaninga, el jergón, la boa que se alimentaban de sacha cuyes, es decir los cuyes silvestres.

Cuando se tenía que salir al campo el abuelo Laisamon llevaba un machete, o sable largo, una barilla de madera para matar las culebras al ser atacado. Esta varilla era de gran utilidad por su flexibilidad que permite quebrar la columna é inmovilizarle la víbora. También había una planta conocida como “sixi” en forma de grama con hojas dentadas como de sierra que rompía la tela del pantalón y te abría una herida. Como no se tenía medicina a la mano, se utilizaba la propia orina para evitar la hemorragia, cauterizándola.

Había oportunidades que el Abuelo no regresaba a Tarapoto dos semanas. Entonces la abuelita Elisa comentaba que no lo hacía porque no habría casado algún animal, como venado, añuje, picuro, o patos silvestres, para su nieto Carlos. Hasta que se presentó  avanzada la noche bien empapado por la lluvia tiritando de frío, con tres o cuatro patos silvestres que había cazado en una cocha o laguna del camino. Cuando llegaba el abuelo era una fiesta para los nietos, especialmente para mi.

Al abuelo Laisamón le gustaba preparar su propio vino con uva cosechada de la parra que había en el patio central de la casa y como la abuelita Elisa no le permitía sacar de la despensa, en un descuido ingresaba y sacaba diez o veinte huevos de gallina. A continuación preparaba un ponche a la que le agregaba ese buen vino que estaba macerando. Me hacia probar un poco de ponche y como yo era muy pequeño caía dormido inmediatamente. Mientras tanto la abuelita nos buscaba por todos lados. Recuerdo que una vez el abuelo me cargó y me puso en la hamaca de la sala, meciéndome con tal viada que me lanzó al piso. Cuando la abuelita vino a recogerme diciéndole que cualquier día me iba a matar, él se mataba de risa.

En cuanto a la vestimenta del abuelo puedo recordar algo: pantalón de dril color blanco y celeste claro, un tanto pegado al cuerpo, con hebilla en la cintura posterior. Vestía zapatos negros de cuero charol, camisas manga larga, algunos con botones abiertos y otros solo hasta la pechera, sombrero de paño inglés y también de paja toquilla fabricados en Rioja. 

Foto composicion de Andrew Vela

La familia Bartra en su mayoría formaban parte del Grupo Político de los “Cocopistas” es decir, los Arevalístas, cuyos Caciques, eran don Víctor y Carlos Arévalo, como senador y diputado respectivamente, enfrentándose en las luchas electorales a los “Ucuchas” o Reateguistas. Tanto era la rivalidad que muchas veces habían heridos de bala como a mi abuelito Laisamón que en una ocasión un perdigón de escopeta le traspasó la pierna. Curiosamente, las casas en esa época tenían unos huecos en las paredes para disparar cuando eran atacados en tiempos electorales.
Cuando había elecciones, los dos bandos se enfrentaban con todo. Quien ganaba era el que mayor cantidad de comida y aguardiente repartía, pero los vivos se aprovechaban de ambos bandos. Las ánforas eran trasladadas por tierra a Moyobamba para el escrutinio final,  pero el que se sentía perdedor enviaba a sus matones bien pagados para sorprender a los comisionados, sustrayendo las Anforas y cambiando las Actas, los votos y por consiguiente, saliendo ganador el contrincante. 


(ilustracion solamente)


Es por eso que en una oportunidad fue mi tío Santiago quien acompañó a los comisionados, todos bien armados, quienes para no ser interceptados por los Reateguistas o llamado Ucuchas, salieron de madrugada, caminando por la selva y de esta manera burlaron a los secuestradores.


Es importante hacer  constar, que, el hermano de la abuelita Elisa, se llamaba también Calixto Garcia, quien estuvo internado en un Convento para recibirse de Párroco, pero abandonó sus estudios, dedicándose a ser escribiente de mensajes, cartas, Actas y Libros. Se ganó el apelativo de “Tintin pluma” por escribiente  En esos años era el único que sabía tocar el Órgano de la Iglesia y tenía una linda voz, tan es así que el Párroco no comenzaba la misa hasta que llegara él Tío Calixto.
Calixto Garcia muchas veces iba a los pueblos a dar responsos. Se cuenta que un día, a su regreso del pueblo de Cocopa se hizo tarde y a eso de las 6:00 PM en el camino se le presentó una neblina densa y a los costados le acompañaban las almas con luces celestes, remedando cuando él rezaba. Cuando estaba cerca del río Cumbaza, les dijo, “quédense aquí, si son malos vayan al purgatorio y si son buenos, reciban las bendiciones de Dios”, ellos siempre murmuraban como si las voces saldrían de la nariz, cruzó el río y aparecieron a la otra orilla hasta donde llegaron, él siguió su camino llegando a una casa donde tocó la puerta y se desmayó, auxiliándole las personas de dicha casa. Leyenda o verdad, quien sabe. Es parte del folklore tarapotino. No recuerdo bien, pero creo que había una conexión brasilera en la familia Garcia.

Antiguamente no existían hospitales en la zona, solamente algunas Iglesias contaban con religiosas que tenían algún conocimiento medico. Había solo un médico en Tarapoto, el Dr. Ángel Delgado. Cuando se enfermó mi Abuelita Elisa Garcia tuvo que viajar por tierra a Lamas en busca de una curandera. Para tal efecto utilizó un cajón de madera con división en el centro en la que se sentó ella y un cargador con pretinas en la cabeza colgando la Caja a la espalda, ella iba con la cara  viendo la parte posterior del camino, ella solicitó a mi papá y mamá para que yo les acompañara. Habiendo caminado con ese sol que quemaba a mis solo ocho años de edad, llegamos a Lamas ya por la tarde a la casa de la curandera. Tuvimos que permanecer en Lamas hasta que termine la curación. Por ese entonces que se celebraba el Día Domingo de Ramos, a la que asistían los nativos del barrio Huaycu(o), Suchiche y Ancohuallo, los primeros se ubicaban al lado izquierdo y los dos últimos a la derecha de la Iglesia. Pero, como el sacerdote sabía de las peleas que ocurrían al término de la misa, bendecía los Ramos, colocándose en medio, cuidando de no hacer ningún movimiento que favorezca a uno de los lados, pero siempre terminaba en una lucha campal, siendo las mujeres las más perjudicadas porque se descuidaban al momento de alcanzar las piedras a sus familiares; ni la policía u otras autoridad que no fuera el Subprefecto intervenía en dicha pelea.


(Foto de Egnalya Bartra)

La Plaza de Armas, contaba con bancas para cuatro personas sentadas que mayormente eran utilizadas por los mayores de edad, a partir de las 6.00 ó 7.00 de la noche horas en las que venían a dar su paseo los jóvenes, muchachos y chicas, tenían que hacerlo en un mismo sentido para no estorbarse los unos a los otros (lo llamábamos popularmente “moler caña”). En su mayoría eran personas mayores (individuales) y/o esposos los que ocupaban las banquitas, especialmente para observar a sus hijas con quienes se paseaban y de allí venías los comentarios o mal llamado chismes (“Pueblo chico, infierno grande”).





Habían muchos cocoteros, árboles y en el centro estaba la Glorieta o Kiosco, muy bonito con techo de teja, pilares de madera, los sábados y domingos a partir de las 5.00 pm. había retretas con pandilla albazos chimaichis, que se aprovechaba para que los presentes bailen (Orquesta Bombo, tambor y quena), había un solo camión de propiedad de la Parroquia creo que fue marca Ford, que llegó por piezas en cajas por Yurimaguas cruzando el Cerro Escalera, cuantos días duró, no se sabe.  

A la entrada de la puerta principal de la casa de mis abuelos, estaban sembrados de cabeza las botellas de cerveza de color hueso, vacías, como adorno y también para que se limpien los zapatos, las calles eran de tierra con pasto raso con una pendiente hacia el medio para que corra el agua de las lluvias. Los nietos de Laisamon y Elisa jugábamos bastante en el patio trasero de  la casa en Tarapoto que colindaba con la Iglesia antigua. 

Cerca 1952


La Iglesia antigua fue construida por las primeras familias que llegaron a Tarapoto, cuyas paredes tenían como 0.80 cm. de ancho, y, la altura más o menos de 15.00 mts. Tijerales de madera y techo de tejas, el altar Mayor con imágenes del tamaño natural de Jesucristo y demás Apóstoles y Santos; las bancas de madera de cedro, la puerta de entrada amplia y de madera; a la mano derecha estaban colgados en la parte alta las campanas de dos tipos de sonidos fabricados con cierta cantidad de oro en Europa, que también llegó vía Yurimaguas, el sonido llegaba a varios kilómetros, con lo cual se invitaba a las Misas normales y para difuntos era un toque especial, un tanto triste. 


Los párrocos de esa época y siendo el primero RP. Andrés Asenjo y posteriormente el padre Zósimo, tenían una casa parroquial bien bonita de dos pisos, escaleras de maderas, en la segunda planta había baúles forrados con cuero de vacuno con enchapes de plata, llenos de monedas de plata de 5 y 9 décimos, producto de las arras de matrimonios, esto lo vimos con otros amigos pequeños cuando en un descuido subimos al 2do piso, no se pudo ver el lugar donde estaban depositados las monedas de oro, como libras esterlinas y Vacamartas peruanas que se usaban en esa época. Los domingos mi abuelo muy temprano me daba una moneda de 0.05 centavos, con lo cual iba al mercado a tomar el famoso ponche, compraba mis biscochos, panes y otros dulces. 




Mi papá Federico Bartra Garcia, fue el que formó la primera Orquesta de música con el nombre de “Los Románticos de la Banda de Shilcayo”. En la mandolina mí Tío Jorge Mestanza, eximio ejecutante. Mi papá Carlos Federico era la guitarra y la voz del grupo. Baterista fue Ancelis, y el instrumento fue construido por mi papá. Posteriormente el grupo musical cambió de nombre, a “Orquesta Tarapoto” y participaban en todas las fiestas de fin de semana tanto en locales de Partido Alto, como en el Huayco y Banda de Shilcayo. En ese entonces no existían los equipos electrónicos, todo era en vivo. 

El abuelo Laisamón, preparaba los mazos de tabaco amarrados con corteza de “atadijo” remojada, que al secar prensaba el rollo, colocándolos en un rincón de un cuarto, cuando estaba listo según el tiempo, introducía un cuchillo que según el olor determinaba que estaba listo. Las hojas de tabaco eran maceradas antes con aguardiente de caña, especialmente del cogollo. El mazo de tabaco era picado con un cuchillo, espolvoreando y luego preparaban los famosos cigarrillos ciricaipes enrollados con papelillos. Mi abuelo también preparaba los puros  muy solicitados por su calidad.

Como hasta esa época se extraía la leche del caucho, el abuelo traía la “shiringa” del monte en forma de una bola grande, es decir el jebe producto del cocimiento, colocándolos en una habitación de la casa grande, para que una vez acumulado cierta cantidad eran enviados por el Río Huallaga, Marañón y Amazonas hasta Iquitos y de esta al extranjero. Es de lamentar que los Gobiernos de ese entonces no tomaron las seguridades para que no se lleven las semillas del árbol con lo cual se limitó la producción y los ingresos de divisas para el país que era de monedas de libras esterlina y también en libras de oro peruanos.

Es todo lo que puedo recordar por ahora sobrino Miguel. Espero que te guste, estaré al tanto a tus inquietudes. En cuanto a las fotos veré si los consigo en mi fundo.
Recibe muchos abrazos.
Tu tío Carlos y Familia.





                                   Tio y sobrino: El autor de estos bellos recuerdos familiares con Miguel Vela, 2013

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